Condiciones de Discipulado

Cristo enseñó a sus discípulos a considerar al Sufrimiento en la vida.

“Dirigiéndose a todos, declaró:
—Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo?” (Lucas 9: 23-25)

“¿Ves estas almas? Los que son como Yo en el dolor y el desprecio que sufren serán semejantes a Mí también en la gloria. Y los que se parecen menos a Mí en el dolor y el desprecio menos serán semejantes a Mí en la gloria. En tu meditación de mañana, deberás pensar en lo que has visto hoy,” dijo Cristo a Sor Faustina.” (Diario 446)

Debemos emular a Jesús en el dolor y el desprecio a través del ejercicio de los Frutos del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, longanimidad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. El amor, el fruto más importante del Espíritu, es tan maravilloso que Pablo describe el cristiano ideal en un capítulo entero (1 Corintios 13) para alabar el amor, que es llevado a la perfección a través de la unión con Cristo. Consulte el artículo Dones y frutos del Espíritu Santo.

El Consejero concédenos siete dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Conocimiento, Piedad y Temor de Dios. A medida que nos rendimos al Espíritu Santo, Él opera en nosotros y a través de nosotros, para desarrollar Sus frutos en nuestras personalidades.

El Espíritu Santo renueva nuestra mente en el desarrollo de nuevos entendimientos e intereses, incluyendo un nuevo deseo de conocer a Dios, y la nueva actitud conduce a los frutos del Espíritu Santo y a una vida cambiada. Es el Espíritu Santo, con el consentimiento humano, que opera estas maravillas en nosotros.

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